Un lugar seguro

Rosa Castelo

 

Desde los albores de la humanidad, la ansiedad, sea individual o colectiva, ha sido una acompañante necesaria para la preservación de la especie. Con el tiempo, el ser humano se ha alejado de los peligros que la naturaleza desconocida implicaba para caer en la trampa de su propia creación, la civilización moderna; un lugar despejado de afectos, donde el peligro y la demanda se han vuelto permanentes y la ansiedad se ha generalizado. Testigos del tiempo en el cual viven, los filósofos, los humanistas, los científicos y los artistas han repetido en el centro de su pensamiento, preocupaciones, debates y representaciones, temas fundamentales del ser, entre ellos la ansiedad.

Si bien la ansiedad afecta a hombres y mujeres por igual, la artista Rosa Mireya Castelo Ibarra, inició su exploración desde aquel recuerdo tan íntimo y doméstico a la vez, que fueron las manos de su abuela manipulando hilos en tejidos o bordados para dar expresión, de una manera muy creativa, al amor y cuidado hacía sus seres más queridos; luego, recordó a todas aquellas mujeres, ficticias o reales, que la literatura nos ha acercado, en sus actos de resistencia o de lucha, silenciosas de voz, pero poderosas de gestos como a Penélope, a Ariadna, a Aracne o las Moíras. Recordó también a aquellas artistas cuyas armas contra el olvido, la desigualdad y la privación de libertades, contra la ansiedad han sido el hilo, la aguja y el telar. Casi todas ellas, le sugirieron un tiempo de paz nacido de una profunda tempestad interior. Esta observación hizo concientizar a la artista que, la calma, que brotaba del silencio de sus gestos, era una especie de magia a través de la cual lograban domar el borboteo interior de sus seres. Conectar de manera creativa su ansiedad con el personaje existencialista de Sartre, Antoine Roquentin, fue como Rosa logró entender que el arte, su arte, deja de ser un proceso de evasión para convertirse en un proceso transformador. Por primera vez, la ansiedad ya no tuvo la primicia, sino que se convirtió en su títere. Comprendió que con el bordar se vive la catarsis y se devela el ser.

Luminita Albisoru